Vida Campestre

Lejos de los coloniales aires señoriales y las fiestas populares de los barrios de Montevideo, gauchos e indígenas dominaban la campaña, gracias a la abundancia de cientos de caballares y ganado vacuno que el criollo Hernandarias introdujo, en 1611, en el litoral oriental del Río de la Plata.

El espíritu de aquel gaucho, mestizo, recio y taciturno, hábil jinete y experto en el manejo de las reses, aún reina en nuestras praderas, montes y serranías. Su valentía y destreza es la misma que ostentan los peones de hoy, en sus habituales tareas de campo o en fiestas tradicionales, como la de la Patria Gaucha en Tacuarembó o las Jineteadas de la Criolla en la Rural del Prado en Montevideo.

Las domas de potros, la yerra y la esquila de ovinos también se recrean en los antiguos cascos coloniales de las estancias que salpican la campaña oriental. Ninguna de estas habilidades camperas es apta para citadinos, pero no hay necesidad de exponerse a tales proezas para sentirse gaucho por un día.

Un mate amargo cuando raya el sol, cabalgar por la llanura, vadear arroyos y cañadas en medio de una variada fauna y flora silvestre, son experiencias indispensables para sentirse parte de la historia.

Preparar el fogón al aire libre y asar la carne a fuego lento, saborearla con un buen vino, completan la inolvidable aventura de internarse en la tradición campestre del Uruguay.

 

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